Según el Instituto Gemológico Español (IGE) -una entidad creada en 1967 sin ánimo de lucro por joyeros y expertos de todo el país para la divulgación y estudio de la gemología- la talla es un factor que determina el brillo del diamante. Al respecto, este colectivo especializado apunta, además, que este concepto hace referencia -en el caso concreto de este material- tanto al propio estilo de talla del mismo como a la característica de calidad resultado de un conjunto de rasgos del diamante (pulido, proporciones de la talla brillante y simetría).
Así, la talla brillante es una talla generalmente redonda -aunque también puede tener forma oval o de corazón, pera del diamante que consta de un total de 57 facetas o caras. De ellas, 33 se sitúan en la parte de la corona (la parte de forma más plana) y 24 en la culata (la zona cónica). Asimismo, en función de la información aportada por el IGE, el filetín (entre la corona y la culata) puede estar o no pulido.
En definitiva, la talla brillante -cuyas características fueron fijadas en 1919 con la publicación de un análisis teórico específico realizado por Marcel Tolkowsk- se acepta como el rasgo más influyente en la belleza del diamante. De este modo, determina lo que habitualmente se conoce como el brillo de la pieza. Esto es debido a que, cuando este elemento se talla en las proporciones adecuadas, la luz retorna y sale por la tabla o parte superior del diamante. Sin embargo, si se talla con poca profundidad el brillo se pierde por la parte inferior del mismo modo que saldría por el costado si la talla presentase demasiada profundidad.
La talla es una de las cuatro principales características de calidad del diamante. Conozca más sobre las denominadas 4C del diamante ›