Es el mineral más duro que existe y podemos encontrarlo en la tierra de forma natural, aunque en cantidades escasas, de ahí su altísimo valor y cotización. La composición de los diamantes es puramente carbono, un elemento químico fundamental para la vida y presente en muchos de los materiales que usamos en el día a día: el grafito de las puntas de los lápices, algunos aceros, el carbón. El más puro es totalmente transparente, aunque en ocasiones se puede encontrar con tonalidades que tienden hacia otros colores (azul, rosado, amarillo) por la presencia residual de otras sustancias.
Los diamantes son a la vez la piedra preciosa más valorada y la de composición más sencilla. Una de sus principales características es su dureza y resistencia, que es debida a que los enlaces que se crean entre los átomos de carbono tienen una grandísima fuerza. Además, destaca la forma en la que se unen, siempre formando cristales de formas geométricas: dodecaedro, cubo, octaedro, etcétera, lo que también le dota de peculiares propiedades. Su aparición en la naturaleza es debida a la combinación de múltiples factores que han tenido que ver en su formación durante miles de años. Para la creación de este valioso mineral es necesario que se compaginen las altísimas presiones y temperaturas que tienen lugar en el manto de la tierra, a casi 200 km debajo de la superficie.
En definitiva, aunque actualmente se conocen algunos procesos para poder sintetizar diamantes de forma artificial, utilizados para fines industriales o incluso de joyería, estos tienen un valor mucho menos elevado que sus hermanos de origen natural.