El quilate es la medida estandarizada por la que determinamos uno de los cuatro rasgos que sirven para determinar la calidad de los diamantes: su peso. Esta unidad de medida tan específica, también llamada carat, rige la norma universal para las gemas, aunque trasladar a gramos el peso en quilates de un diamante es algo que solemos reservar a los joyeros y, en lo que respecta a su origen, el desconocimiento es aún más generalizado.

Hay que remontarse a la antigua Grecia si queremos conocer la historia de dicha nomenclatura. Fue allí donde se descubrió que todas las semillas del algarrobo o keration tienen sus dimensiones prácticamente exactas, lo que las hacía ideales para ser utilizadas como medida de pesaje para piezas pequeñas pero de gran valor. Los comerciantes de gemas apreciaron este elemento ya que les permitía medir el volumen sin riesgo a grandes variaciones y facilitaba que cualquiera pudiera contrastar la medida usando las semillas de cualquier árbol de la misma especie.

Por su sencillez y precisión, este método empezó a ser usado por los comerciantes para valorar algunos de sus materiales más preciados: las piedras preciosas. Y con el paso del tiempo la medida se fue estandarizando y siendo aceptada por joyeros de todo el mundo para determinar el volumen de unas piezas en las que la exactitud del pesaje es de suma importancia.

El peso regular de esta semilla determinó el peso del quilate, aunque no fue hasta que se implantó el sistema métrico decimal de forma universal, ya en el siglo XX, cuando se pudo determinar lo que hoy en día sabemos: que el valor de un quilate o grano de algarrobo equivalía a 200 miligramos, la medida exacta actual del mundialmente conocido quilate, cuyo particular origen, como el de los diamantes, reside en la propia naturaleza.